Un lugarcete desde el cual el hombre pueda codearse con lo más alto de la literatura universal. Esto sí que es empezar de abajo.

martes, 12 de octubre de 2010

La ideología champaña

 Todas las noches en el restaurante Gaijin va un ingeniero japonés de muy buen pasar. Pide la carta a la camarera aunque siempre pide el mismo menú: sushi y una botella de champán. Cuando la termina, pide otra botella más chica del mismo champán, y cuando la termina cae dormido, totalmente inconciente sobre la mesa.



Compartimos una filosofía simple: no dejamos que nuestra breve existencia ex­pire en cualquier momento, tenemos preferencias. La fugaz experiencia en este mundo debe ser bien aprovechada, una desaparición con sentido útil, motivo de festejo o rego­cijo de esos entes a los que las botellas llaman humanos. Somos burbujas de champán, no de gaseosa, por lo cual exigimos ser respetadas de acuerdo a tal condición. Refina­das, altaneras y amargas, así nos han producido y así nadaremos por el universo dorado del que formamos parte.
El hombre de ojos horizontales que creo que nos observa con una felicidad es­pantosa no nos merece. Nuestra protectora verde ha hablado sobre él. Ya lo sufrió en anteriores oportunidades. Dice que es un desagradecido, que ha sorbido a camaradas del pico, ha hecho gárgaras con compatriotas, incluso las ha vomitado. Eso es inaceptable. Es la enajenación misma de toda existencia, el infierno azaroso al cual nos enfrentamos cada vez que el corcho salta. El corcho, ese sujeto cobarde que se propulsa a costa nuestra y nos abandona miserablemente ante la perversión aniquilante de la sed humana. ¿Qué peor destino para una burbuja que el ser absorbida por un organismo indigno? Algunas compañeras dirán el añejamiento, pero no, es preferible desaparecer por vieja que dentro de un estómago repugnante e insensible. O por lo menos, así lo veo yo. Las burbujas de champán somos especímenes autónomos y autárquicos, mas nos masifica­mos por una cuestión física, no ideológica. Tenemos diferencias, pero cuando se trata de un enemigo exterior, procuramos darnos unidad, tomamos conciencia de la clase a la que pertenecemos.
La historia se repetirá si no lo evitamos. El corcho está siendo removido. En unos minutos será nuestro final. Lamentable final. No todos podemos cumplir nuestros sueños, llegar a ese brindis de Año Nuevo, la realización absoluta de una burbuja de champán; sólo unas miles de elegidas lo logran. Ahora, somos el vulgo, la plebe, pero necesitamos pelear contra este sujeto que impide a millones de colegas la alegría máxima. Nos inmolaremos, sí, por el futuro. Para que este hombre recapacite sobre nuestra naturaleza y deje de bebernos libremente como si fuésemos burbujas de cerveza, ¡no, por favor!
Salta el gran hijo de puta que es el corcho y las cobardes de siempre huyen, des­bordan el cuello de la protectora y se desbordan al exterior, buscando una desaparición segura. La botella es recostada y salimos las primeras. Lo hace otra vez, nos subestima, sorbe del pico. Mis camaradas exigen revolución, enervadas por la situación. La realidad nos dice que juntas somos más fuertes. Así lo chocamos, e ingresamos a su organismo. Después de esto, pocas ganas le quedarán al desdichado de inmiscuirse con el champán. Ya adentro, tomamos otro camino. Subimos. Lo más que podemos. Cientos de compa­ñeras quedan en el camino, atrapadas entre las paredes. Debemos llegar a su fuente de poder, el cerebro, como la ha denominado la botella, y así acabar con sus deseos de ani­quilarnos. Veo una luz al final del túnel, lo estamos logrando. El choque será definitivo, la muerte se acerca, pero feliz. Lo afectaremos del tal modo que no querrá volver a de­gustarnos. Nunca más.  

5 comentarios:

  1. Fan number one, te acompaño con el sentimiento.

    Telstarts

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  2. Damian el pichi escudero18 de octubre de 2010, 15:34

    telstarts nunca murio, sigue en el corazon de la gente

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  3. Seria un buen tributo a Telstarts darle un lugarcito en alguno de tus cuentos...

    NEVER DIES

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  4. Nunca me cabió Tels. Sólo a los giles pudo influenciar.

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  5. Uno de los mejores cuentos que leí...
    me encantó seguí así.

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