Un lugarcete desde el cual el hombre pueda codearse con lo más alto de la literatura universal. Esto sí que es empezar de abajo.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Uno cortito y bien bajonero

A Paco no le gusta nadar. Tiene una lagunita enfrente de su casa pero ni le interesa. Sus compañeros le insisten, le dicen que hace calor, que cómo no se va a meter, que aunque sea para bañarse, que dale, no seas cagón y demás. Paco no les hace caso y se recluye bajo un árbol pelado por el otoño. El problema de Paco es ser pato, y que los patos, por lo general, nadan. Los caballos mismos se sorprenden, y le juegan bromas. Esperan a que éste se distraiga, baje las defensas, y tanto Claudio como Julián se lanzan en picada contra los charcos de la laguna haciendo estallar sus patadas contra el agua, salpicando  al pobre de Paco, que huye a la casona del patrón, llorando. Será de desdi­chada la vida del pato que el patrón tiene dos hijos pequeños, que cuando lo ven, lo aga­rran y lo tortu­ran, creyendo que así los tres se divierten. Paco asegura no hacerlo. Dos veces estuvo a punto de morir en medio de esas tramoyas, ahogado. Son pequeños, le dicen sus cole­gas, no entienden.
Paco anhela escapar, huir, dejar su terruño para emigrar a mejores lugares, lejos de los espejos de agua. Sueña con desiertos, llanuras áridas, grandes rocas. Pero sabe que es imposible. Emprender tal viaje significaría perder la vida. Y él eso no quiere. Prefiere quedarse con los suyos, sufrir y vivir miserablemente, pero vivir al fin.

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