Según una encuesta ficticia que acabo de inventar, el deseo más popular para estas fiestas y todas es “paz”. Así, a secas. Evidentemente, Aristóteles (quien no resultó ser tan inteligente como algunos pensaban) falló. Él postuló a la felicidad como el fin último del hombre. Yo digo que es la paz. Pero no como fin último, sino como primero y fundamental. Aunque hablar de fines primeros suene extraño, permítaseme esta licencia. Porque hablar de finalidades no refiere necesariamente de algo que se encuentra tras un transcurrir de tiempo y espacio, sino de una meta que se persigue al mismo tiempo que se obtiene permanentemente. Es decir, que la gente que pidió paz para el año entrante puede o no tener ya paz en su quehacer cotidiano, mas exige un aumento de la misma o la generalización de este sentimiento que tan bien le calza. Los que no la tienen, la quieren, por el contagio. Ven a sus colegas poseerla y la quieren. A diferencia de la propiedad, la paz es un bien (o atributo) universal, inabarcable y abundante. Todos son capaces de imbuirse en ella sin tener por ello que dejar huérfano de paz a otro grupo. La teoría capitalista del vaso que derrama su riqueza hacia todos los sectores no tendría aquí valor, ya que todos serían el vaso y lo que derramarían no sería agua/riqueza, sino paz, que según estudios científicos, desobedece a la ley de gravedad y supura eternamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario