Un lugarcete desde el cual el hombre pueda codearse con lo más alto de la literatura universal. Esto sí que es empezar de abajo.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Capítulo II

El torneo comenzó de manera irregular para el Lobo. De los siete encuentros disputa­dos, había ganado tres, empatado dos y perdido otros dos. Había cosechado once pun­tos con catorce goles a favor y siete en contra, ubicándose en la sexta posición, a seis puntos del líder.
Cubila estaba conforme con el arranque, pero hubiera preferido algunos puntos más para tener margen de error durante el resto del campeonato. La sensación del direc­tor técnico era compartida por los hinchas que pensaban que el equipo daba para algo más pero no estaban disconformes con la producción del conjunto.
En la octava fecha se venía Estudiantes, el sábado por la noche, con televisación para todo el país, un gran dispositivo de seguridad que contaba con más de 700 efectivos, y el árbitro era Mendoza.
En el torneo, Mendoza había expulsado diez jugadores en seis partidos y todo el pú­blico, desde la prensa hasta los hinchas, estaban disconformes con su desempeño. Pero el pelado se las arreglaba y seguía como si nada, sacando rojas por todas las canchas donde estaba.
Lo peor era que en declaraciones a una radio había dicho que el clásico platense no lo terminaban los veintidós jugadores.
Estudiantes llegaba como favorito porque se ubicaba segundo, a dos puntos de la cima. Pero era un clásico y la tabla no importaba para la gente. Era matar o morir, y La Plata estallaba.
Pero por suerte no explotó, y llegó el sábado. Era una noche de lluvia y euforia. Hacía frío, porque ya estaban en otoño, pero ni se sentía por la locura de la hinchada.
Primero entró el árbitro Mendoza, acompañado por sus asistentes y recibido con una catarata de insultos y silbidos por parte de las hinchadas. Y luego llegaron los equipos, que ingresaron juntos, y fueron recibidos con algarabía por todo el estadio.
Cuando Cubila llegó al banco de los relevos, fue brutalmente salivado e insultado por la parcialidad local.
Y comenzó el partido.
Cubila daba indicaciones por todos lados porque veía que su equipo no encontraba el camino. Y así fue como llegó el primero del Pincha.
Corrida del volante derecho hasta el fondo, centro atrás y gol del centrodelantero.
Cubila estaba como loco con sus jugadores y el árbitro.
Otro momento trágico del partido. El wing izquierdo de Estudiantes se escapa y es derribado por el central de Gimnasia. Para Mendoza fue penal y expulsión.
Para Cubila no, que se puso como un toro, se quería llevar a todos por delante.
_No tenés derecho, ladrón_ dijo Cubila_ te voy a ir a buscar  y vas a ver. Nos dejás con diez la p… que te p…
Al oír esto, Mendoza se dirigió al banco y avisó:
_La próxima te vas, ¿eh?_ le gritó al juez_ ¡callate y sentate, y dejate de joder!
_ ¡Pero no hay penal!_ gritó Alfredo, que fue contenido por su ayudante de campo.
El penal fue desviado por el volante central del Pincha, por arriba del travesaño. Esto le dio un poco de aire al entrenador.
El partido se volvió duro, áspero  muy aburrido, porque no había llegadas claras al arco contrario.
El primer tiempo estaba finalizando cuando un jugador de Gimnasia entró al área y fue derribado.
_ ¡Foul, foul, penal!_ gritó exaltado Cubila.
_ Siga, siga_ dijo Mendoza, que unos segundos después, finalizó la primera mitad.
Inmediatamente Cubila lo fue a buscar a la mitad de la cancha a reclamarle la falta.
_ Fue claro_ gritó Cubila_, fue más penal que el de ellos.
El juez, sin inmutarse, lo ignoró y se retiró.
Un reportero que vió la escena le acercó el micrófono a Cubila, que dijo:
_ Estos arbitrajes son lamentables, una vergüenza, nos robó el primer tiempo. Ya va a ver el caradura este_ dijo Cubila a la televisión y se retiró del campo de juego.

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