Un lugarcete desde el cual el hombre pueda codearse con lo más alto de la literatura universal. Esto sí que es empezar de abajo.

lunes, 7 de febrero de 2011

Capítulo IV

A la mañana siguiente, todos los diarios hablaban de la barbarie en el clásico y repro­chaban la actitud del D.T. del Lobo. Los dirigentes de Gimnasia tampoco apoyaron la actitud de Cubila y esperaban una sanción.
Alfredo Cubila había violado la Ley del Deporte por trasladar la violencia dentro del campo de juego.
También veía que sus sueños de ser un entrenador exitoso se iban por la borda.
Él, en su interior, sabía que había estado mal. Igualmente pensaba, como tantos otros, que Mendoza se lo tenía merecido.
Cuatro días más tarde el Tribunal de Disciplina lo citó para tratar su tema.
Cubila se defendió diciendo que el árbitro lo provocaba y que su acto fue inconsciente. Luego se arrepintió de lo que había hecho.
El Tribunal decidió hacerle pagar una multa y le dio veinticinco fechas de suspensión.
Cubila se deprimió. Ahora sí la tenía difícil. Estuvo tres días encerrado en su casa hasta que recapacitó e hizo lo que debía.
Levantó el teléfono y discó:
_ ¿Hola?_ dijo una voz muy varonil.
_ Hola, ¿don Arturo?_preguntó Cubila.
_ Sí_ dijo la voz_, ¿quién habla?
_ Soy yo, Alfredo Cubila_ dijo éste.
_ ¿Cubila, el de Gimnasia?_ preguntó Arturo.
_ Sí, sí_ dijo Alfredo, esperando una respuesta.
Arturo Mendoza, el referí, se quedó sin palabras.
_ Oiga_ dijo Cubila: yo sé que estuve mal y por eso llamo para disculparme, ¿vió? La calentura del partido me llevó a cometer semejante atrocidad.
_ Quédese tranquilo_ dijo Mendoza_   ; ya está, ya pasó, mi mandíbula me duele un poco pero nada más.
_ Bueno, me alegro que me perdone_ dijo Cubila.
_ Pero usted recibió una flor de sanción, ¿no?_ preguntó Mendoza.
_ Y, a veces ganás, otras veces perdés_ dijo Cubila.
_ Bueno, ojalá nos volvamos a ver, ¿va a volver a dirigir?_ preguntó el referí.
_ No creo, porque me rescindieron el contrato en Gimnasia y con la sanción que tengo, mejor no vuelvo al fútbol_ explicó Alfredo.
_ Ah, qué lástima. Bueno, fue un gusto_ se despidió Mendoza.
_ Hasta siempre, Arturo_ dijo Cubila.
_ Adiós, Alfredo_ dijo Mendoza.
Y cuando sacaban el oído del tubo, se escuchó:
_ Eh, Mendoza_ dijo, rápidamente, Cubila.
_ ¿Si?
_ Lo que cobraste el sábado no existe. No hay penal_ dijo Cubila.
_ Mi desempeño esa noche fue excelente, Cubila_ respondió Mendoza.

FIN.

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