Capítulo I
Alfredo Cubila era un ex jugador de fútbol. También era apasionado por él y éste era su vida. Al final de la temporada recibió un llamado para dirigir a Gimnasia y Esgrima La Plata , y lo aceptó. Era un desafío importante para él porque volvía a dirigir un el fútbol argentino después de mucho tiempo y en un equipo grande de primera como lo es el platense.
En el verano comenzó la pretemporada con el plantel en Mar del Plata. Con la llegada de los refuerzos que él había pedido, todos dieron al equipo como candidato al título. Alfredo también estaba entusiasmado con su equipo porque en las prácticas le había respondido como él quería.
Cuando la pretemporada llegaba a su fin, se realizó en la AFA una cena para dirigentes, cuerpo técnico y réferis del torneo con carácter de reunión. Se recordó el “fixture” y se revisó nuevamente el reglamento. Alfredo concurrió a esta cena para estar más conectado con el ambiente futbolístico. Allí se encontró con el pelado Mendoza, Arturo Mendoza, el juez más inflexible que existía. Era muy serio y correcto. El campeonato anterior se lo había perdido por un desgarro, pero ahora volvía.
Cubila nunca lo había visto en persona, entonces aprovechó la ocasión para conocerlo y desearle suerte.
_Hola don Mendoza, ¿cómo está?_ dijo Cubila.
Mendoza lo vió. Enseguida lo ubicó por su pasado como futbolista. Le dio la mano y le respondió:
_Bien, gracias Cubila. ¿Así que está en Gimnasia?
_Sí, sí_ respondió Alfredo.
_Buen plantel_ opinó Mendoza_ vamos a ver cómo se portan este torneo, ¿eh?. Porque el año pasado ya tuve algunos inconvenientes allá en La Plata.
_Y, la hinchada no lo aprecia_ dijo Cubila.
_Nadie me quiere mucho en el fútbol_ dijo Arturo_, y eso me gusta.
_Ah, mire usted_ dijo Cubila, a quien tampoco le gustaba mucho cómo dirigía Mendoza.
_Bueno, me retiro_ dijo Mendoza.
_Suerte en el campeonato_ dijo Cubila.
_A usted también_ replicó Mendoza.
Y los dos se separaron.
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