Generalmente no me gustan los escritos que citan frases y poemas de personajes estimados por el autor. Me dan la sensación que quien los pone lo hace con el solo objeto de vanagloriarse frente a sus lectores para poder decirles: "yo lo leí, mirá qué culto que soy", o como suplencia de pensamientos; ¿para qué elaborar una idea si, con una frase de Gandhi, puedo expresar lo que siento? Entonces, lo que a continuación aparece no es más que una traición a mis ideas, pensará, querido lector.
Pues bien, se equivoca.
Lo que a continuación cito es un extracto de una novela de la que apenas leí 67 páginas de las 539 que tiene. Es argentina, actual y le va muy bien en ventas. ¡Berreta!, exclamará el cultonto de las frases vacías. ¡Contracultural!, pensará el intelectual. ¡Entretenido!, digo yo. Esto no es arte, es diversión. Y como soy un buen tipo, los invito a que se diviertan conmigo. Y compren la novela, así me llega la comisión correspondiente.
"Manuel Mandeb y Bernardo Salzman entraron mientras un saxofonista improvisaba escalas de vértigo sobre un uroboros de acordes del piano. Les costaba avanzar entre los invitados. Casi todos se acomodaban en el piso y preferían desplazamientos reptiles. Por fin pudieron sentarse en un rincón, cerca de dos adolescentes que acostadas boca arriba miraban al techo y reían. Mandeb tomó la mano de una de ellas y le dijo:
"- Quisiera conversar un rato, pero no tengo absolutamente nada que decir...
"- No importa. Hablemos igual.- Ella se acercó arrastrándose.
"- Podríamos usar sólo la música del lenguaje sin preocuparnos del sentido.
"- Ya entiendo. Entoncaciones... Variaciones de intensidad...
"- Un burro... Dos burros... Tres burros...- insinuó Mandeb. Ella prefirió mantener una distancia.
"- Siete palabras bastan para dar color al guiso.
"Mandeb acercó su boca al oído de la chica.
"- El hijo del espartero se quiere meter a fraile.
"- Devoto, Villa del Parque, la Paternal.
"Ella lo abrazó. Su compañera quiso participar.
"- Chacarita...
"Ellos no la escucharon y siguieron en su mundo de susurros cada vez más audaces.
"- ¿La señorita ya ha nacido? Podríamos nacer juntos...
"- Ya llegan por el Egeo las velas de Ayolas...
"- Velas negras las de Ayolas.
"Se besaron justo al final del capricho del saxofonista. Las sombras aplaudieron y Mandeb comprendió que ella no le gustaba y que la vida era breve. Se apartó avergonzado. Ella también se enfrió. Sin embargo, se despidió con ternura.
"- Enfermedades eran las de antes.
"- Merecidas- dijo Mandeb y se levantó de un salto."
En DOLINA, ALEJANDRO: Cartas Marcadas. Página 41. Ed. Planeta. Buenos Aires, 2012.