Un lugarcete desde el cual el hombre pueda codearse con lo más alto de la literatura universal. Esto sí que es empezar de abajo.

miércoles, 18 de julio de 2012

La pizzería de Dante


Maestro pizzero: callado y concentrado.

En la pizzería de Dante está prohibido demorar al hacer el pedido. Uno debe presentarse ante el cajero con las dudas evacuadas y los gustos escogidos: cavilaciones y preguntas, abstenerse. Abonar con cambio es imprescindible, los billetes de cien tampoco son bienvenidos. Una vez que se posee el ticket de compra, se recomienda entregarlo al primer empleado de cocina con el que se haga contacto visual. Asimismo, repita el pedido ante él, pues si hay algo que los empleados de cocina no hacen es leer el ticket. Mucho menos hablar. Un gruñido basta para comunicar que han comprendido. Recordar siempre que el pedazo servido es el mejor que existe; reclamar es chocar contra una pared. Una pared que generalmente reacciona con violencia. Esperar al plato distraído es perder el plato. Jamás lo encontrarán apoyado en la mesada; sus movimientos serán bruscos, bamboleantes, producto del intenso viaje desde las manos del empleado hasta su posición. La concentración hace al trabajo como la atención al comensal. Los tenedores y cuchillos están al alcance de todos; es innecesario pedírselos a empleado alguno. Si están sucios, imaginar que están limpios. Si no cortan, usar los dientes. Si se caen al suelo, levantarlos. La tapa del frasco del orégano por lo general está floja. Evite accidentes. Las servilletas son las hojas papel madera que tiene en frente. Coma rápido, que otros esperan. Acerque el plato, sea educado. Cuando se vaya, no lo olvide: pizzería de Dante, pizzas como las de antes. La mejor de Buenos Aires.

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