Maestro pizzero: callado y concentrado. |
En la pizzería de Dante está prohibido demorar al hacer el
pedido. Uno debe presentarse ante el cajero con las dudas evacuadas y los
gustos escogidos: cavilaciones y preguntas, abstenerse. Abonar con cambio es
imprescindible, los billetes de cien tampoco son bienvenidos. Una vez que se
posee el ticket de compra, se recomienda entregarlo al primer empleado de
cocina con el que se haga contacto visual. Asimismo, repita el pedido ante él,
pues si hay algo que los empleados de cocina no hacen es leer el ticket. Mucho
menos hablar. Un gruñido basta para comunicar que han comprendido. Recordar
siempre que el pedazo servido es el mejor que existe; reclamar es chocar contra
una pared. Una pared que generalmente reacciona con violencia. Esperar al plato
distraído es perder el plato. Jamás lo encontrarán apoyado en la mesada; sus
movimientos serán bruscos, bamboleantes, producto del intenso viaje desde las
manos del empleado hasta su posición. La concentración hace al trabajo como la
atención al comensal. Los tenedores y cuchillos están al alcance de todos; es
innecesario pedírselos a empleado alguno. Si están sucios, imaginar que están
limpios. Si no cortan, usar los dientes. Si se caen al suelo, levantarlos. La
tapa del frasco del orégano por lo general está floja. Evite accidentes. Las
servilletas son las hojas papel madera que tiene en frente. Coma rápido, que
otros esperan. Acerque el plato, sea educado. Cuando se vaya, no lo olvide:
pizzería de Dante, pizzas como las de antes. La mejor de Buenos Aires.
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