Un lugarcete desde el cual el hombre pueda codearse con lo más alto de la literatura universal. Esto sí que es empezar de abajo.

jueves, 3 de febrero de 2011

Capítulo III

Cubila se dirigió hacia su vestuario para alentar al equipo que realmente lo necesitaba y, al ingresar dijo:
_ Vamos, vamos muchachos, que lo tenemos ahí. Vamos a jugar tranquilos, a tocar la pelota y buscar los huecos. Ellos están muertos y nos van a dejar espacios en el fondo. Tranquilos, aunque el árbitro incline la cancha, nosotros podemos, ¿eh? Pero, por favor, ¿podemos meter un poco más? Ellos no son Real Madrid. Háganlo por la gente que nos banca siempre a muerte. ¡Vamos carajo!
Alfredo habló un rato más y luego se dirigió al vestuario del árbitro.
Tocó la puerta y pidió entrar. Se lo negaron. Pidió entrar nuevamente, pero también se lo negaron. Entonces pidió hablar con Mendoza, que, finalmente, aceptó pero fuera del vestuario, en la puerta.
Allí se juntaron varios periodistas gráficos, radiales y de televisión. La zona era un infierno.
_ Mendoza, no mide con la misma vara_ dijo Cubila.
_ Mi desempeño es excelente_ dijo Mendoza, con orgullo.
_ Para chistes no estamos Mendoza_ bromeó Cubila.
_¡Callesé!- dijo Mendoza, ofendido_ ¡Vaya a su vestuario!
_ Deme las explicaciones del penal_ dijo Cubila
Un Mendoza muy furioso dijo:
_Vuelva a su vestuario o no vuelve al campo de juego, porque lo expulso, señor.
Y Mendoza dio un portazo.
_ Ladrón, corrupto_ gritó Cubila, que también recordó a la familia de Mendoza.
Luego la situación se descomprimió y el entrenador del Lobo volvió a su camarín.
Y más tarde volvieron al verde césped de La Plata.
Y comenzó el segundo tiempo.
Gimnasia mejoró bastante y consiguió el empate con un centro desde la derecha que el wing izquierdo logró conectar.
La locura invadió a Cubila, que entró al campo de juego a gritarlo con alma y vida y se lo dedicó al réferi.
Mendoza lo miró de una manera que causaba miedo y entonces Cubila desvió la mi­rada.
El partido se reanudó.
A los veinticinco minutos del segundo tiempo el diez del Pincha se iluminó y marcó un gol luego de una jugada maradoniana.
Cubila no lo podía creer, porque Gimnasia había sido más que su rival en la segunda parte.
Más tarde, en una jugada desafortunada, al mejor jugador de Gimnasia en todo el partido se le fue la pierna  pegó un patadón tremendo al pobre lateral izquierdo Pin­cha. Igualmente, no era para expulsión, sino amarilla, pero el árbitro no lo vió así y lo mandó a las duchas.
Ese fue el punto de ebullición, la gota que rebalsó el vaso, pues Cubila se puso más que loco con el árbitro. Ingresó a la cancha, lo mandó a quién sabe dónde y le dio un trompón de derecha en el medio de la mandíbula. Mendoza quedó tirado en el piso, pero pudo continuar.
Su gesto fue festejado por toda la cancha  Cubila se tuvo que ir expulsado.
Luego el partido siguió y finalizó 2-1 a favor de Estudiantes.

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